Fácil, al instante, adaptado a nuestras necesidades, sin gastos de envío y mucho más barato ¿Cómo?

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En el año 2011, Easton LaChappelle , un estudiante de la secundaria de Colorado de 17 años, conoció a una niña de 7 años que usaba una prótesis robótica y quedó tan impresionado por sus escazas funcionalidades en contraste con su elevado coste que decidió abordar el diseño y construcción de una prótesis similar que fuese de bajo coste, más funcional y accesible a mucha más gente.

En el mercado actual, una prótesis ortopédica de la mejor calidad ronda los 40 mil dólares. LaChappelle, diseñó una prótesis robótica, robusta y con un diseño muy avanzado, 160 veces más barata – menos de 500 dólares – gracias a una de las técnicas más revolucionarias de los últimos tiempos que empieza a hacer lentamente su aparición en nuestra vida cotidiana: la impresión 3D.

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Una impresora 3D es una máquina capaz de realizar «impresiones» de diseños en 3D, creando a partir de un diseño hecho por ordenador. Comúnmente se ha utilizado en la matricería o la prefabricación de piezas o componentes, en sectores como la arquitectura y el diseño industrial. Sin embargo, en la actualidad y con sorprendente velocidad se está extendiendo su uso a la vida cotidiana.

Hay quienes no dudan en augurar que en pocos años todos compraremos los prototipos por internet y lo imprimiremos en nuestras casas con nuestra impresora 3D personal. Fácil, al instante, adaptado a nuestras necesidades, sin gastos de envío y mucho más barato. Todo eso prometen las impresoras 3D.

En Argentina, Ivana Giménez, madre de Felipe Miranda, de 11 años, inspirada en la noticia de LaChappelle, se puso en contacto con Rodrigo Pérez Weiss, un emprendedor de 33 años que vive en Buenos Aires y es dueño de la empresa 3D LAB Fab&Café.

La idea de Ivana era adquirir, a través de Rodrigo, una impresora con la cual imprimirle una mano ortopédica a su hijo que nació sin su mano izquierda. En su lugar Perez Weiss y Gino Tubaro, su socio de 18 años que cursa la carrera de Ingeniería Electrónica, le obsequiaron a Felipe lo que terminaría siendo también para ellos una prueba de un alcance infinito que tiene un costo de casí 250 dólares. La único que necesitaron fue que Ivana les envíe una foto del brazo de Felipe por mail.

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La historia de Easton LaChappelle y Rodrigo Pérez Weiss nos muestra, no solo las posibilidades de la impresión 3D, sino una visión que debe impulsarnos a replantear nuestra relación con la tecnología. Hablamos de las infinitas posibilidades que abren las nuevas tecnologías para la autogestión. El sentido común tiende a demonizar la tecnología y de esta manera olvida las ventajas que un uso humano y responsable de sus bondades puede reportarle cuando se integran armónicamente a nuestra vida.

Publicado el 22/08/2014 en Artículos. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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